CERRAMOS UN 'ANNUS HORRIBILIS' Y COMENZAMOS OTRO CON GRANDES ESPERANZAS

09/01/2021 13:40

Cada año en Diciembre cuando me dispongo a acometer el balance del año que acaba, lo primero que hago es reflexionar en silencio sobre el año que se nos va. Este 2020 ha venido tristemente marcado por el maldito COVID-19 que ha cambiado nuestras vidas. A finales de 2019 llegaban noticias desde China de un brote de una nueva neumonía vírica en la ciudad de Wuhan y que, desde Enero, se fue extendiendo por medio mundo obligando a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a decretar esta enfermedad infecciosa como pandemia el 11 de marzo. Sin conocer aún su origen, la covid-19 provocó la muerte de 1.4 millones de personas y se registran en todo el mundo más de 63 millones de contagios (datos hasta el 1 de diciembre) y las cifras van subiendo día a día. El dato positivo es que más de 41 millones afectados por el coronavirus se han curado.

Tengamos presente que 'Siempre que hay un reto, también hay una oportunidad para afrontarlo, para demostrar y desarrollar nuestra voluntad y determinación». Dalai Lama

El confinamiento sufrido durante estos últimos meses ha abierto una gran crisis e incertidumbres en todos los agentes de la sociedad, y en particular dentro de las empresas, y a su vez ha estimulado la necesidad de comunicarnos tanto a nivel personal / profesional.

A diferencia de otras plagas, la COVID-19 se hizo patente de país en país casi de un día para otro. De repente todo el mundo se quedó en estado DE shock. Estábamos ya en vísperas de la pandemia, pero ni los gobiernos ni los ciudadanos ni las empresas nos habíamos preparado. Hubo que improvisar. La incertidumbre y los mensajes contradictorios generaron temor. Todos nos sentimos seriamente amenazados y afectados. Mientras, el sistema sanitario colapsaba y hasta los dirigentes políticos eran de los primeros en contagiarse, las empresas intentaban recomponer el puzzle, priorizando la salud de sus empleados a la vez que intentaban mitigar el impacto en su cash-flow. Ha sido la primera crisis que nos afecta a todos y cada uno de nosotros, es a la vez una crisis sanitaria, política, social y también empresarial (modelo de negocio) Sin espectadores ni público, en la pandemia el cuadro de actores lo formamos todos.

Es un hecho irrefutable que lograr que una organización sea sostenible es complejo de ejecutar pero fácil de conceptualizar. Solo se necesita ser capaz de ejecutar una propuesta de valor que cree valor para el conjunto de los stakeholders clave. Para que eso sea posible el CEO debe recibir de los representantes de propiedad un propósito, una visión y unos valores que marquen claramente la genética de la empresa, un terreno de juego definido, dentro del cual se enmarcará una estrategia a seguir para satisfacer en la medida de lo posible las necesidades de cada uno de los colectivos clave para la organización. Evidentemente con el COVID dicha sostenibilidad se ha puesto en entredicho en muchas organizaciones, y en un situación de cambio constante y con las secuelas que dejará el shock de la pandemia, las marcas que aún no lo estaban haciendo, en especial aquellas que derivan de compañías muy verticalizadas, con poca capacidad de respuesta en el corto plazo, tendrán que aprender aún más de las startups y también de las grandes compañías tecnológicas, que en su momento fueron ágiles en cuanto a la capacidad de transformación y adaptación, no solo de sus estrategias, sino en ocasiones incluso de sus modelos de negocio, y es en estos momentos tan impactantes para todos donde el reto se presenta como nunca para el CEO.

Un plan rígido puede convertirse en una cárcel para la consecución de los resultados en un entorno cambiante y aún peor extremadamente incierto (VUCA). La importancia de construir y, sobre todo, de gestionar marcas con una identidad fuerte, pero líquida, que pueda adaptar su estrategia sin traicionarla, se vuelve crítica para saber responder con coherencia a diferentes escenarios ante una pandemia como la que estamos viviendo

La disrupción nos ha llegado con el virus, un agente externo imprevisible que ha cambiado todo de repente y que sus implicaciones sanitarias son obvias, las económicas más aún y las sociales han llegado y se están percibiendo todavía en nuestras vidas y sociedad en 2021.

¿Cuáles deberían ser las prioridades en este momento para ser capaces de gestionar la crisis como una oportunidad y salir ganando de ella?

Ya no es suficiente con minimizar los daños, lo que esperan los propietarios de las organizaciones de sus primeros ejecutivos es que naveguen en este entorno y que sean capaces de salir reforzados de la situación y crear valor en la tormenta. Para lograrlo parece lógico pensar que, si se dispone de un buen sistema de gestión, nos bastaría con aplicarlo y tener en cuenta las características específicas de la situación que estamos viviendo.

Nos debemos mantener firmes en nuestros principios, centrándonos en mantener el propósito, visión y valores. Traicionarlos en estas circunstancias puede aportar valor a corto plazo, pero los stakeholders se sentirán frustrados al comprobar que cualquier dificultad nos hace cambiar nuestro foco y manera de ser.

El propósito ayuda a las empresas a tener en mente su razón de ser en la medida que tienen que tomar medidas nuevas y aceleradas ante situaciones tan extremas como ésta. Va a ser muy importante para mantener a los equipos idóneos, unidos para la empresa

Tener claro el porqué y el para qué existe nuestra organización, cómo somos y cómo hacemos las cosas, ayuda a generar vínculos con las personas que necesitamos para que nuestra actividad sea sostenible incluso ante disrupciones tan potentes como las que causan una pandemia. Tenerlo en el centro de las decisiones y en la comunicación que hacemos con los clientes, los empleados, los proveedores, los ciudadanos y los accionistas nos ayudará a vincularnos con nuestro proyecto y nuestra empresa, y a poder lidiar con el temporal y salir de él más reforzados y en mejor posición que nuestra competencia

Las empresas que mejor están reaccionando en esta situación son aquellas que filtran sus decisiones por su propósito y sus valores. Tener el faro encendido ayuda a llegar a buen puerto.

Seguro que las prioridades también han cambiado para nuestros stakeholders. Observarles, prestarles atención y adaptar la estrategia y plan de acción a ellas es vital. Da respuesta clara a sus nuevos requerimientos y refuerza tus lazos y relaciones con ellos en esta etapa de complejidad e incertidumbre aún más

Priorizar los stakeholders durante la crisis es otra estrategia para responder a nuestro reto. El objetivo es mantener moderadamente satisfechos a todos a la vez, pero también es cierto que en situaciones extremas como la actual, necesitamos priorizarlos para poder tomar las decisiones con un criterio claro. En estos momentos son críticos los clientes, empleados, los proveedores financieros y los accionistas. Una vez gestionadas sus prioridades, podremos dedicar tiempo para la gestión de proveedores de bienes y servicios

¿Dónde enfocar las empresas sus iniciativas de crecimiento durante el período COVID- 19?

Hay para mí cuatro direcciones principales: el core del negocio, la expansión del negocio, la integración o interrupción de la cadena de valor y un movimiento estratégico hacia áreas / sectores de crecimiento adyacentes.

Las empresas no quieren crecer por crecer. Quieren creación de valor. Definimos las empresas con mejor rendimiento como empresas que crecen más rápido y tienen mayores ganancias. Aquellos que lo superan a lo largo de un ciclo económico duro como este, generan más ingresos durante la recesión que otros y tienen una rentabilidad superior.

Su crecimiento comienza durante la recesión y eso acelera su capacidad para superarse en la recuperación.

Mientras el año 2020 ha quedado atrás y nadie en este mundo podría imaginarse que sería tan aciago, la pandemia del Covid-19 ha hecho, y sigue haciendo, estragos sin precedentes tan globales en la historia de la humanidad. Ha sido enorme la cantidad de muertos y contagiados, como las devastadoras secuelas económicas, con su dolorosas pérdidas de empleos y aumento de la pobreza.

La pandemia del Covid-19 cerró el año 2020 en un punto máximo en muchas partes del mundo, con la preocupante noticia de que en Inglaterra ha mutado el virus a otro mucho más contagioso que el ya conocido, y en Sudáfrica tenemos una nueva cepa desconocida hasta ahora que se está extendiendo poco o poco por el resto del mundo.

La buena noticia dentro de este sombrío panorama es que Dios ha permitido que la ciencia médica haya desarrollado y probado fármacos para controlar y aminorar la letalidad del virus, y que se ha iniciado la vacunación masiva de la población en EU y Europa, aunque todavía existe mucha aprehensión en la población mundial acerca de los posibles efectos secundarios o efectividad real de las vacunas.

Esta gran crisis de la pandemia no ha afectado gravemente la economía de China, que es la única que ha crecido en 2020. El país que no tiene en su inmensa población gran incidencia del Covid-19.

China pudo contener efectivamente el Covid-19 para que no se propagara en su capital y su extenso territorio. Sin embargo, inexplicablemente el Gobierno chino no hizo ese mismo esfuerzo para evitar que el letal virus saliera de China al extranjero. Más de seis millones de pasajeros pudieron salir libremente entre diciembre y enero de China, a pesar de que su gobierno sabía lo que ocurriría en los destinos de esos pasajeros.

Por duras que sean las circunstancias que tenemos de frente, exhorto a todos los ciudadanos y compatriotas a no perder la fe en el porvenir. La crisis pasará y podremos celebrar un futuro mejor que este fatídico año 2020.

No quiero cerrar esta mis reflexión sin recordar de manera reverente a todos los seres humanos que han pedido la vida en esta pandemia en nuestro país y el mundo. A sus familiares que con gran tristeza despiden el 2020 sin sus seres queridos, que Dios les dé consuelo y resignación. Darle gracias a Dios por los que hemos sobrevivido hasta ahora junto a nuestros seres queridos. Dios tiene el control. Sigamos rogándole que sane, proteja y libere toda la tierra.

El año 2020 pasará a la historia como el año de la pandemia de covid-19. Además del enorme impacto sanitario y económico, y del altísimo número de muertos y personas afectadas que está dejando, el SARS-CoV-2 ha cambiado la forma de vida y los usos sociales en gran parte del mundo, y está generando un importante impacto cultural y emocional.

La pandemia está mostrando fragilidades a escala mundial, pero también algunas fortalezas: la labor del personal sanitario, el trabajo en los laboratorios de investigación de todo el mundo y la colaboración social frente a una situación nueva y de una enorme dureza, entre otras.

La investigación que se sigue haciendo, la esperada labor de las vacunas, el posible hallazgo de tratamientos y la continuación de medidas de prevención y salud pública, entre otros esfuerzos, permitirán superar esta pandemia, que ha sido un nuevo aviso de la necesidad de reunir conocimientos y recursos para afrontar otras crisis científicas y sanitarias similares que puedan producirse en un futuro

El coronavirus nos ha cambiado para siempre. A todos. De todas las formas posibles.

La forma en que nos saludamos, la forma en que nos protegemos, la manera en que nos comportamos, la forma en que convivimos y hasta las formas en que celebramos y oramos

El mundo probablemente nunca será igual a como lo conocemos hoy: cambiarán las costumbres, la forma en que nos tratemos, nuestras formas de higiene y sanidad… Pero lejos de estar en una sin salida, la pandemia nos está dando lecciones inolvidables.

Adaptarnos al cambio, lograr un equilibrio emocional, disfrutar cada día, ser consecuente y redescubrir el concepto de libertad.

Esto es lo que he aprendido con el coronavirus. Cuatro enseñanzas que me permito compartir, porque nos pueden fortalecer y ayudar a ser mejores seres humanos en medio de la pandemia.

1-Capacidad de adaptación

«Tenemos que adaptarnos al cambio». Cuántas veces hemos escuchado esta frase en libros, películas, charlas motivacionales, de parte de nuestros familiares, colegas y amigos…

El argumento es que nuestra especie es una que desde el comienzo de su existencia se ha adoptado a distintos entornos para sobrevivir. Y ciertamente lo ha logrado. Algo que suena relativamente fácil de entender, mas no de vivir.

En este punto, el problema no es la adaptación como tal, sino la manera como nos adaptamos. En especial cuando las cosas se ponen difíciles.

Si nos dijeran que vamos a cobrar US$ 5.000 más al año y que vamos a tener más días de vacaciones, probablemente no nos costaría demasiado adaptarnos. Pero si la noticia es que tendremos una semana menos de descanso y un recorte de US$ 5.000 en ingresos, seguramente nos costaría adaptarnos mucho más. Ni qué decir ante una sentencia fulminante como: «¡Estás despedido!».

Esa es la realidad que están viviendo millones alrededor del mundo como consecuencia de la pandemia de coronavirus. ¿Alguien puede asimilar de un día para otro que es un desempleado, y sin embargo debe seguir pagando su renta, tarjetas de crédito y demás obligaciones?

La diferencia está en cómo enfrentamos la situación. Y algo que puede ayudarnos aquí es dejar de lado el papel de víctimas y convertirnos en protagonistas. Entender que no somos los únicos en una mala posición puede inspirarnos a actuar rápido para adaptarnos al cambio y encontrar soluciones.

Suena fácil decirlo, pero no vivirlo. Pero la otra opción es lamentarse y no hacer nada, lo cual no es alternativa alguna

2-Equilibrio emocional

No es fácil aprender a convivir bajo la presión que representan el distanciamiento social y las cuarentenas impuestas como métodos para contener la pandemia y salvaguardar nuestras vidas.

Los hijos en casa, las mascotas en casa, el gimnasio en casa, el trabajo también en casa… todo en casa. Muchos no estamos acostumbrados a esta realidad, ni siquiera los anhelados fines de semana, que más allá del descanso, representan una proliferación de actos sociales, eventos deportivos y días de compra.

Por ahora eso terminó. Y en cambio hay que atenderlo todo en un mismo lugar: la casa. No por un día ni por una semana. Probablemente durante meses. ¿Cómo encontrar un equilibrio emocional en medio de esta situación?

Debemos aprender a manejar las emociones. Es un reto diario, que no significa reprimirse sino mostrarse flexible ante las situaciones complejas. Ayuda en este punto dialogar, sin querer imponer nuestros criterios a los demás, establecer consensos para resolver las peleas y tensiones y disfrutar plenamente de los momentos que lo merecen.

Por estos días escuchamos muchos consejos de toda clase de expertos que nos invitan a reflexionar y conocernos a nosotros mismos, conectarnos con la naturaleza, proponernos objetivos, focalizar la atención, hacer ejercicio, practicar la gratitud y hasta descubrir hobbies… Todo eso está bien. Pero todo esto requiere voluntad.

Y la voluntad es querer. Querer hacer las cosas que nos hacen bien.

3-Disfrutar el día a día

¿Cuántos de nosotros imaginaron una realidad como la que estamos viviendo hoy? ¿Quiénes estaban realmente preparados para afrontar la pandemia de coronavirus?

Estas preguntan me llevan a reflexionar sobre la vida que hemos estado viviendo: un día a día lleno de apariencias en un mundo acelerado y ambicioso en el que pocas cosas parecían más importantes que el dinero y el poder.

De repente, hoy vemos ese mundo casi paralizado y hasta la carrera por encontrar una vacuna pareciera ir en cámara lenta. E independiente de nuestra raza, título, sexo o religión nunca antes hemos lucido todos tan iguales y vulnerables frente a la posibilidad de morir.

Lo que cuenta hoy es vivir confinados, un día a la vez, esperando que se cumpla el tiempo estimado para volver a la normalidad, que de cualquier forma será distinta a como la hemos conocido.

Aquí resulta esencial tener buena actitud. Si bien cada día trae su propio afán, como reza el adagio popular, la forma en que afrontemos esos afanes puede ayudarnos a superarlos y vivir días mejores.

Ayuda mucho tener un plan de vida. Ilusionarse con la vida ordinaria, disfrutar lo vital, lo básico, entendiendo que cada día puede ser más llevadero si establecemos normas o pautas que nos ayuden a ejercitar la aceptación, la paciencia, la tolerancia y la comprensión: con nosotros mismos y con los demás. Son virtudes que requieren disciplina y dedicación, pero que resultan susceptibles de desarrollar.

¡Sí se puede!

4-Ser consecuentes

No podemos ser buenos profesionales y malos educadores. No podemos ser buenos hijos y malos hermanos. Tampoco es coherente que seamos los mejores amigos y los peores padres o esposos.

Hay que ser consecuentes. Nuestro comportamiento en el trabajo, la familia y las relaciones sociales debe ser única e igual. No debemos llevar dobles vidas. Y ese es uno de los mayores retos durante el confinamiento obligatorio que estamos viviendo como consecuencia de la propagación del nuevo coronavirus.

La unidad de vida nos exige ser consecuentes con lo que decimos y hacemos. No podemos pregonar lo que no practicamos ni exigir lo que no damos. Es necesario despojarse de las caretas y ver hacia adentro para reconocerse, con el propósito de corregir los propios errores y ser mejores en todos los espacios, actividades y en los roles que desempeñamos.

La comunicación es esencial para lograr esa coherencia, esa unidad de vida. Quizá nunca antes tuvimos como hoy tanto tiempo para hablar unos con otros, ya sea en nuestros hogares o través de las plataformas digitales. Si empezamos por admitir nuestras falencias y resaltar las virtudes de los demás, entonces quizá podamos establecer un diálogo sincero y respetuoso que ayude a restaurar o mejorar las relaciones con todos aquellos con quienes interactuamos.

Feliz 2021 a todos y cuidaros, hay que resistir hasta que podamos acabar con este maldito virus!!

 

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